Nuestra naturaleza es la compasión, la entrega, el servir. Estamos aquí para construir y debemos preguntarnos: ¿Cómo contribuyo a que tu vida sea extraordinaria? Esa es nuestra esencia, ayudarnos los unos a los otros. La comunicación juega un rol vital en esa construcción.

La buena comunicación nos puede ayudar a construir relaciones genuinas, abiertas, de conexión mutua. La palabra tiene el poder de edificar o destruir. Si tu mensaje no edifica, ¿qué estás construyendo?

Debemos asumir responsabilidad sobre lo que comunicamos y cómo lo hacemos.

RES – PONSABILIDAD = Habilidad de responder 

Observemos cómo respondemos en nuestras comunicaciones diarias. Seamos intencionales y no disparemos ideas de forma desordenada o sin coherencia, al calor del momento.  Eso nos va ayudar a ser más efectivos en nuestras interacciones con los demás y nos podría evitar conflictos innecesarios. Muchos de los conflictos que vivimos vienen de la confusión o interpretación equivocada de algún mensaje.

Debemos entender que nuestra interpretación del mensaje viene de lo que nos enseñaron. Nos educaron para ver lo erróneo. Lo bueno, lo malo, lo correcto e incorrecto. Blanco o negro. Lo que sentimos es nuestra interpretación de lo que el otro comunica y en ocasiones se manifiesta en nosotros como enojo, culpabilidad, depresión o vergüenza, sin que esto sea necesariamente la intención del interlocutor.

Debemos observar y “escuchar” más allá de las palabras, para comprender cuál es la necesidad no cubierta que tiene quien está comunicando un mensaje o cuál es mi necesidad no cubierta en la forma que lo estoy interpretando. O podría ser que felizmente ambos tenemos necesidades cubiertas, escuchamos con todos nuestros sentidos y tenemos una comunicación extraordinariamente fluida. Esos son momentos de gran satisfacción. 

Comunicamos desde nuestras necesidades: sostenibilidad, seguridad, empatía, honestidad, jugar, descansar, creatividad, comunidad, autonomía. Estamos programados para encontrar lo equivocado en el otro por no cumplir con nuestras necesidades. Cuando nuestras necesidades están satisfechas hay alegría, si no están satisfechas se manifiesta el dolor.

¿Desde dónde te estás comunicando? ¿Desde el dolor o la alegría?

La causa de nuestros sentimientos son nuestras necesidades satisfechas o no. Si las personas no se sienten juzgadas y ven alternativas, están más abiertas a ajustar o adaptarse. No todos tenemos claras nuestras necesidades.

Celebremos la vida. Mostremos GRATITUD por el impacto de otros en nuestra vida y por el impacto que podemos tener en ellos.

Integremos el pensamiento, la comunicación y acción para generar ese impacto positivo.

Aprendamos a ser curiosos. Conectemos con nuestra esencia de querer contribuir a crear lo mejor para todos. Preguntemos si lo que creemos que estamos entendiendo es lo que el interlocutor quiere transmitirnos. Evitemos hacer diagnósticos. Evitemos juzgar.

Utilicemos lenguaje que no implique algo erróneo en la otra persona. Si nuestras necesidades no están satisfechas es nuestra responsabilidad satisfacerlas.

Recordemos que la tendencia a juzgar o diagnosticar viene de necesidades no satisfechas y si alguien no cumple nuestras necesidades, nos encontramos en ocasiones pensando que el otro está en lo incorrecto y que requerimos tomar acción para corregir o castigar. Nos han enseñado que si no castigamos lo incorrecto habrá caos. Sin embargo, castigar es un juego de perdedores. ¿Juzgo o celebro?

¿Qué has hecho en las últimas 24 horas para contribuir a que la vida de otra persona sea aún más maravillosa?