Nuestro origen influye en nuestro destino, pero no lo decide

La reconocida autora y líder corporativa Karla Blanco no nació siendo parte de una familia de la clase más privilegiada ni en una ciudad de primer mundo con todo a sus pies. Ella se forjó a sí misma, con el apoyo de muchas personas, hasta convertirse en la líder global que es hoy en día.

Nacida en la capital de Costa Rica, en el seno de una familia trabajadora y honesta, sus padres han sido sus alas y su ancla, animándola siempre a soñar en grande, pero con los pies en la tierra.

Junto a ellos, sus abuelos maternos son las figuras que más marcaron su infancia.

De hecho, cuando estaba pequeña, durante las vacaciones, Karla y sus hermanos visitaban la casa de sus abuelos en Limón, y ella se emocionaba mucho cuando podía entrar a la oficina de su abuelo quien era administrador de la aduana en el puerto. Años después, esa sería la carrera universitaria que elegiría Karla, ya una joven sedienta de oportunidades y con ganas de comerse el mundo.

“Yo era la reina de mis abuelos; la mayoría de sus nietos eran hombres. Crecí en un hogar lleno de amor”.

Con su abuela paterna, aprendió de fortaleza y coraje. Mujer de armas tomar, quedó viuda con niños pequeños y con el apoyo de sus hijos mayores sacó la familia adelante, tenía un cafetal e ingresos de alquiler.

En ambas familias, Karla siempre estuvo rodeada de decenas de primos y primas. Una realidad que le mostró la importancia de la comunidad cercana en la construcción del carácter de una persona.

“Somos el producto de la comunidad donde nos desarrollamos, pero de nosotros depende qué hacer con eso”.

De ahí que quisimos saber qué tanto las experiencias de su infancia determinaron la Karla que triunfa hoy como coach, conferencista, escritora y alta ejecutiva.

¿Qué valores te enseñaron de pequeña que siguen estando presentes en la actualidad y han sido fundamentales para tu carrera?

En primer lugar, el valor de la familia, que no es necesariamente sólo la de sangre, sino aquellas personas que uno elige, nuestros amigos y compañeros de vida. Le traen a uno una gran riqueza, aprende uno a valorar la diversidad de perspectiva de pensamiento; con los primos y amigos en la niñez, uno aprende a negociar, a influenciar.

En segundo lugar, mis abuelos siempre estuvieron vinculados al Club de Leones, organización sin fines de lucro enfocada al servicio comunitario. Con ellos aprendí desde muy niña la importancia de la ayuda social, la solidaridad y el servicio. Yo soñaba con crecer y hacer lo mismo. Tengo la fortuna de que mi trabajo y mi carrera profesional me han vinculado siempre con impacto social.

Y por supuesto, la búsqueda de la excelencia, dar el mejor esfuerzo, y el trabajo honesto. Recuerdo unos años cuando mi papá tenía dos trabajos al mismo tiempo y mi mamá trabajaba y se encargaba de la casa; ellos son mi ejemplo a seguir.

A partir de tu historia, ¿crees que el origen define lo que logra una persona en la vida?

Lo marca, pero no lo determina. Uno es quien toma la decisión de qué hacer con ese origen.

Por ejemplo, yo tengo alrededor de 60 primos de cada lado; todos tuvimos infancias parecidas, pero actualmente tenemos vidas muy distintas.

Cada uno forja su propio destino de acuerdo con sus experiencias y sus decisiones, a partir de su compromiso personal con el crecimiento y el aprendizaje; y alineando ese compromiso con sus acciones del día a día.

Quien toma las oportunidades o las crea es quien alcanza sus sueños.